Internacionales El Papa despidió el 2017: contrastó la labor de los "artesanos del bien común” y las “obras de muerte” de las guerras En su último discurso del año, dedicado a la acción de gracias en la basílica de San Pedro, el Papa Francisco no ha ocultado los problemas, pero se ha centrado en aplaudir «a todas las personas que contribuyen cada día con pequeños pero preciosos gestos concretos al bien de Roma» o de las ciudades en que viven. Estos héroes y heroínas anónimas, según el Papa, «intentan cumplir sus deberes lo mejor posible, conducen en el tráfico con criterio y prudencia, respetan los lugares públicos, señalan lo que está mal, ayudan a los ancianos y las personas con dificultades, y así sucesivamente».
Y lo hacen, además, «sin discursos, sin publicidad, pero con un estilo de educación cívica practicado en las cosas cotidianas».
El Santo Padre ha manifestado «un gran aprecio por los padres, los enseñantes y todos los educadores que, con este estilo, intentan educar los niños y muchachos en el sentido cívico y la ética de la responsabilidad, enseñándoles a sentirse parte responsable, a cuidar y a interesarse por la realidad que les rodea».
En tono muy positivo, Francisco ha hecho notar que «aunque no son noticia, estas personas son la mayor parte de la gente que vive en Roma. No pocas de entre ellas pasan estrecheces económicas, pero no se lamentan ni alimentan sentimientos de rencor, sino que se esfuerzan por hacer cada día su parte para mejorar un poco las cosas».
Son, en definitiva, «artesanos del bien común, que aman su ciudad no con palabras sino con obras».
El discurso del Papa en la ceremonia del «Te Deum» de acción de gracias ha sido constructivo y realista, sin dejar de señalar lo que va mal o muy mal, como ha hecho sin temor numerosas veces a lo largo del año que ahora termina.
En su balance, Francisco ha hecho notar que «Dios nos entregó un 2017 íntegro y sano, pero nosotros, los humanos, lo hemos malgastado y herido de tantos modos con obras de muerte, mentiras e injusticias».
Las guerras, son, según el Papa, «el signo flagrante de este orgullo reincidente y absurdo. Pero lo son también todas las pequeñas o grandes ofensas a la vida, a la verdad o a la fraternidad que causan múltiples formas de degradación humana, social y medioambiental».
PEDIR PERDÓN
Sus palabras eran severas, pero no eran negativas. El Papa invitaba a pedir perdón, a dar gracias, y a emprender un 2018 por caminos mejores. Proponía un año marcado por dos componentes de la vida social que se echan en falta: solidaridad y civismo.
La acción de gracias en la basílica de San Pedro ha sido realzada por la belleza de los cantos y el extraordinario sonido del nuevo órgano digital, que sustituye al antiguo sistema del micrófono y los altavoces, cuya calidad es muy limitada, sobre todo para las retransmisiones televisivas mundiales.
Al término de la ceremonia, caída ya la noche, el Santo Padre ha ido a rezar un rato en silencio ante el Nacimiento monumental en la plaza de San Pedro, que representa las siete obras de misericordia corporales, desde vestir al desnudo hasta alojar al peregrino o dar de comer al hambriento. Mientras le explicaban el significado de cada figura, la plaza se llenaba de las entrañales notas de «Noche de paz».
Ha sido una visita sencilla y entrañable, en medio de los fieles. Caminando a pie durante largo rato para saludar a muchos, el Papa ha dedicado atención preferente a los niños en brazos de sus padres y a los jóvenes, que serán los protagonistas del 2018 con un Sínodo dedicado a ellos.
Fuente: ABC.es
Domingo, 31 de diciembre de 2017
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