Resistencia - Chaco
Sábado 18 de Enero de 2025
 
 
Cultura
La argentina que entrevistó a los escritores internacionales más consagrados
La escritora y periodista Paula Varsavsky habló con Infobae sobre su nuevo libro, en el que recoge sus extensos reportajes a autores como Joyce Carol Oates, David Lodge y Michael Cunningham


Los conocimientos en literatura anglosajona le dieron a Paula Varsavsky la posibilidad de concretar una serie de entrevistas a escritores ingleses y norteamericanos. En distintos años y circunstancias, descritas en el libro, la escritora y periodista cultural logró acceder a encuentros con autores como Joyce Carol Oates, David Lodge y Michael Cunningham, entre los catorce que participan de "Las mil caras del autor" (Eduvim, 2015). En diálogo con Infobae, Varsavsky contó qué fue lo que la motivó a emprender esta tarea, cuál es su manera de entrevistar, fueron los principales desafíos a la hora de realizar los reportajes.

—En el prólogo del libro, usted explica que le ofreció a un medio realizar entrevistas sin antes haberlo hecho, ¿por qué le interesaba este género?
—Yo había leído muchas entrevistas de The Paris Review, que son los que se atribuyen haber inventado la entrevista literaria en la década del 50 en París. Había leído muchas de esas entrevistas, me gustaban y me atraía la idea de hablar con escritores, porque como yo soy escritora me gustaba tener la posibilidad de hablar con escritores que tuvieran una trayectoria importante. Además sé inglés, y para ofrecerse en algo en periodismo, como en cualquier trabajo, hay que encontrar un nicho, algo que por ahí no todos pueden hacer. Entonces buscás algo que sea muy específico y otros no lo estén haciendo en ese momento. Y como yo veía que no se estaban haciendo entrevistas a escritores anglosajones y yo podía hacerlas, porque había leído muchas entrevistas y estaba especializada en escritores ingleses y norteamericanos y porque hablo inglés, entonces dije: "Esto es algo que yo puedo hacer y no está siendo tratado por otros periodistas".

—¿Sabía qué esperaba de cada encuentro?
—No, no sabía. Quería que, por un lado, el escritor no me dijera lo que ya tenía armado en su cabeza, que es ese cassette que le dice a todos los periodistas. Quería romper y salir de ese molde. Y después quería descubrir desde dónde alguien escribe, qué quiebres internos tiene por los cuales se dedica a la ficción. Esas eran las expectativas que yo tenía. En principio, salir del molde de lo que yo ya sabía que podían contestar e ir por algún otro lado. Por eso, busqué ir por la obra del autor y me parecía que ese era realmente era el lugar para entrar a un escritor. Ni su vida personal, ni chismes y menos aún citarles lo que dijeron en otras entrevistas y confrontar con algún dicho previo. Me interesaba la obra.

—Sin embargo, en las respuestas de sus entrevistas convive lo personal y lo literario, ¿cuánto pesa cada aspecto a la hora de entrevistar a un escritor?
—Para mí pesa mucho más la obra. La vida personal va saliendo, es mucho más interesante que el escritor te lo empiece a contar más que preguntárselo. Primero, porque tiene algo de incómodo preguntarle a alguien por su vida personal cuando estas hablando con un escritor, donde lo interesante es la obra. Si la vida se vuelve interesante, tiene más que ver con que se convierta a un personaje, pero yo no apuntaba a ese lugar. La vida va saliendo y ahí yo sí, aprovechaba para repreguntar, pero trataba de que saliera más del escritor que ir con una pregunta directa.

—Por momentos, da la sensación de que sus entrevistas se vuelven charlas informales.
—Lo que pasaba era lo siguiente: lo más importante es conseguir que haya empatía, porque si no una conversación se traba, empieza en un tira y afloje y la persona se va cerrando cada vez más. En un momento, a Joyce Carol Oates le pregunté algo de su vida personal, me miró dura y me dijo: "Hay un sitio web dedicado a mi vida personal y además hay un biógrafo que escribió un libro sobre mí". Entonces, con estas respuestas yo también iba aprendiendo. Y es cierto que a veces se vuelve algo informal. Por ejemplo, después de una respuesta así no sabés por dónde seguir, entonces yo trataba de seguir por algún lado que no tuviera nada que ver con la vida personal y por ahí en algún momento lo que pasaba es que el escritor me hacía una pregunta a mí.

—Una pregunta sobre su vida personal
—Claro, sobre mi vida. En parte les causaba curiosidad, creo yo. Pensemos que la mayoría de estos escritores, Joyce Carol Oates, Richard Ford, David Lodge, Edmund White, Russell Banks no habían estado nunca en la Argentina ni prácticamente Sudamérica. Entonces, de pronto encontrarse con una periodista que era de la Argentina les causaba una cierta curiosidad. Cuando yo me vi ante la pregunta que me hacían a mí estaba en un dilema. Lo más formal hubiera sido pedirle que no habláramos sobre mí, pero si voy por ahí, ¿quién me creo? Si hago eso, me parece que me ubico en un lugar en el que en vez de abrir la conversación la cierro más todavía. Entonces, les contestaba. Y varias veces me encontré en esa situación y me di cuenta de que eso la aflojaba: hacía que se convirtiera más en una conversación, aunque una entrevista nunca es una verdadera conversación. Jamás lo es. El que está entrevistando está todo el día pensando —aunque no parezca— en la próxima pregunta, porque no puede haber vacíos y silencios. Entonces, mientras el otro contesta ya vas pensando hacia dónde vas a ir. Por eso no es una conversación real, pero yo trataba y trato de que lo parezca, y eso le da un toque de mayor realidad, porque en rigor son dos personas que están hablando de una, y en una conversación real se habla de los dos. Pero yo permitía esas cuestiones para que fluyera más, y la verdad es que daba buen resultado. Yo di algunos seminarios sobre la entrevista literaria y me parece que sí, que contestar alguna pregunta sobre uno es importante.

—¿Algún escritor la sorprendió en algún sentido?
—Casi todos. La primera sorpresa era que aceptaran, porque no tenían ningún motivo para hacerlo. No era parte de la promoción, porque son escritores que están publicados en 50 idiomas y el español es un muy pequeño en ventas, comparando con el inglés, alemán, incluso japonés. O sea que promocionarse no era el tema. Venir acá tampoco, porque de hecho alguno vino pero no por la entrevista. Entonces eso ya era una sorpresa. No encontraba motivos ni los encuentro todavía y eso ya me asombraba. Y después me asombró mucho lo bien que me trataron. Alguna vez me preguntaron si alguno me clavó: ninguno. Todos los que aceptaron la entrevista estuvieron ahí a la hora exacta que dijeron, no llegan ni cinco minutos tarde. Por supuesto que les escribí a muchos que no aceptaron, no me contestaron o me dijeron que estaban muy ocupados. Además, yo las hice en lapsos de tiempo muy pequeños, porque viajaba por otros motivos —para dar una charla en una universidad, o un seminario—, entonces en el medio aprovechaba para hacerlas en días libres, pero todo el viaje duraba diez días o una semana. Entonces, yo les decía que iba a estar en un lapso y en esos días podían, no podían o no querían. Pero los que contestaron que sí, estuvieron a la hora exacta de la cita que armaron, y eso también me dio la oportunidad de entrevistar a tantos en los pocos días que iba. Tampoco me pedían cambiar, eran muy prolijos y eso fue una sorpresa agradable.

—¿En algún caso el contacto fue previo a que usted tomara conocimiento de la obra del escritor?
—En alguno sí. Michael Cunningham, por ejemplo. Eso sucedió porque tengo un amigo que es agente literario y representa a escritores ingleses y norteamericanos, entonces le pregunté si tenía a alguien para recomendarme y me dijo: "Michael Cunningham acaba de ganar le Premio Pulitzer", y me lo recomendó. Yo había oído hablar alguna vez, y un solo libro se había publicado acá, entonce sí, hice el contacto. Él tenia poco publicado, en comparación con los otros: tenía tres libros nada más. Entonces vino el contacto y pude leer los tres libros antes de entrevistarlo. Otros no, porque tienen 20 o 30 libros publicados. Todos estos contactos se hacen con mucho tiempo de anticipación, entonces yo tenia 4 o 5 meses para leerlos. De algunos, incluso, había leído un solo libro, e igual necesitaba leer mucho más.

—Hablábamos recién de la tarea del entrevistador, pero lo cierto es que, más allá de las intenciones que uno tenga, el entrevistado no siempre es fácil de abordar, ¿tuvo alguna mala experiencia en este sentido?
—Algunos son difíciles. Por ejemplo, Doctorow: él era un entrevistado difícil. Me preguntó, por ejemplo, cuántos libros había leído de él. No era nada fácil. Él murió el año pasado, es el único de los autores del libro que falleció. Él era una persona muy inteligente, muy lúcido. También fue editor, profesor en la Universidad de New York, y no era alguien que te la hiciera fácil. Tenías que ir muy bien preparado, no perder el tiempo. Si una pregunta no le gustaba te decía de pasar a la próxima. Otra que no fue fácil es Ali Smith, que es una escritora que es menos conocida acá y a mí me parece excelente. Ella también era muy difícil porque es una persona a la que no le gustan las entrevistas y es tímida. Yo le pedí la entrevista por mail y me dijo: "Si te beneficia a vos, está bien". Entonces ahí quedamos tres meses antes, porque con los ingleses se puede, y cuando yo llegué a Inglaterra no le escribí para volver a confirmar, porque pensé que si lo hacía le daba la oportunidad de que me dijera que no. Entonces fui hasta Cambridge no sabiendo si ella iba a estar o no, y cuando llegué al bar en el que me había citado me preguntó: "¿Sos Paula Varsavsky?". Y enseguida me dice: "Yo en realidad vine, pero no sabia si venías o no porque no me escribiste". Si yo le escribía de vuelta no venía. Fue casi creyendo que yo no iba a ir. Esa fue otra situación difícil de manejar.

—¿Qué se puede hacer, frente a un entrevistado difícil, para obtener el mejor resultado posible?
—Hay que tratar de darse cuenta muy rápido como no meter la pata, hablando mal y pronto. No hacer preguntas que puedan cerrar al otro más todavía. Y ser bastante condescendiente por el lado donde quiere ir y no empecinarte con alguna pregunta que querés y no te quiere contestar. Tratar de sacar lo mejor creando confianza, ir por donde va y no preguntar cosas que van a sacar la entrevista. Pero te tenés que dar cuenta rápido, la rapidez es importante. Es cierto que cada persona es un mundo, entonces es necesario que te acomodes a su modalidad y sacar lo mejor de esa situación.

—Me dijo que en ningún caso un escritor pidió algún tipo de edición posterior a la entrevista.
—El tema que tienen es que no saben castellano.

—Nunca leyeron lo que salió publicado, entonces.
—No, pero se los mandé igual. Y todos me dijeron: "Yo le voy a decir a un amigo que sabe castellano que me lo lea". Y probablemente lo hicieron. O sea, siempre me pidieron que les mandara las notas, eso sí. Y eso es parte del trabajo, porque es el cierre. Es corroborar que no perdieron el tiempo, que no estuvieron dándole tiempo a alguien que en realidad no hacía una nota. Además, de muchos de ellos yo escribí varios artículos para distintos diarios. Porque como eran tan largas las entrevistas, tenía mucho material. Se usa muy poco del material, es enorme lo que tenía: por eso escribí el libro también, porque fue la primera vez que desgrabé las entrevistas enteras. Entonces como tenía tanto material, podía escribir tres artículos distintos para tres medios distintos y que se hablara de distintos temas en cada uno.

—No todos los escritores son igualmente accesibles, ¿hay alguno a quien le gustaría entrevistar?
Alan Hollinghurst, que es uno que mencionan varios como el mejor prosista en inglés de la actualidad. A él le escribí y me contestó que en ese momento estaba ocupado y no podía. Él es un escritor al que yo querría entrevistar. Que me quedó pendiente de esta tanda, digamos, ahora tendría otros nuevos para entrevistar.

—¿Quiénes?
—Por ejemplo, Colum McCann, que es un escritor irlandés que vive en Nueva York. En realidad, lo conocí porque vino acá y quedamos en que en algún momento lo iba a entrevistar. Y bueno, después cuando pueda viajar voy a ver a quién ubico, en dónde vive. A. S. Byatt es una inglesa que también en su momento la contacté y no podía. O sea, hubo varios que me contestaron que sí pero no podían y entre esos están estos que te nombré y buscaría nuevos.



Fuente: Infobae


Sábado, 23 de enero de 2016
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