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Salud. Coronavirus: Científicas argentinas desarrollan una vacuna y suman al país a la competencia internacional. Recibieron 100 mil dólares del gobierno y en seis meses esperan tener los primeros resultados. En el mundo, ya son 126 los grupos que se embarcaron en la difícil tarea de dar con la cura que termine con la pandemia. “China y EEUU corren una competencia por ver quien llega primero a la vacuna. Para nosotras, está bueno que ello suceda porque cuanto antes esté la respuesta mucho mejor. No queremos ser las primeras pero sí desarrollar las capacidades y las experiencias suficientes para poder generar nuestras propias tecnologías para no tener que andar esperando si los poderosos se deciden a hacer las cantidades de dosis necesarias para mandar aquí”, afirma Juliana Cassataro, investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín. El grupo que lidera esta experta está conformado por otras científicas de la UNSAM y, de manera reciente, recibió un subsidio de parte de la Unidad Covid-19, compuesta por el MinCyT, el Conicet y la Agencia. A continuación, narra todos los detalles acerca de la iniciativa doméstica que utiliza proteínas recombinantes y se espera que sea efectiva para combatir la pandemia. Somos un equipo interdisciplinario compuesto por virólogas, inmunólogas y especialistas en el análisis de estructura de proteínas. Desde hace años trabajamos en vacunas y adyuvantes (procedimientos para volver más efectiva la respuesta inmune), de hecho, uno de nuestros miembros, Diego Alvarez, contribuyó en el desarrollo del kit serológico para detectar anticuerpos presentado por Andrea Gamarnik hace unas semanas. Por eso, cuando salió el llamado de la Unidad Covid-19 nos propusimos hacer una fórmula de vacuna que está siendo evaluada en fase preclínica (en ratones) con proteínas recombinantes.
-¿Por qué con proteínas recombinantes?
-Existen múltiples plataformas de vacunas que en el presente se utilizan en el marco internacional. Están aquellas que emplean al virus atenuado como la Sabin (siempre tiene un peligro porque es muy difícil calibrar el nivel de atenuación); luego están las que utilizan al patógeno inactivado como en Hepatitis A (aquí hay que agregar un adyuvante que potencie la fórmula y también presenta efectos adversos algunas veces) y, por otro lado, hay vacunas que nunca se dieron y que se están probando en este momento. Me refiero a las de ARN, de ADN y de adenovirus, que son muy fáciles de hacer pero nunca se chequearon en grandes poblaciones. Por último, están las de proteínas recombinantes –escogida por nosotros– que se usan en Hepatitis B y HPV (Virus del Papiloma Humano). En este caso, las proteínas puras junto a un adyuvante constituyen la opción más segura y, asimismo, es en la que tenemos la mayor experiencia. Luego de escoger esta vía planteamos la posibilidad de dos modalidades, una más tradicional sobre proteínas recombinantes que te acabo de comentar y la más innovadora.
¿A qué se refiere con “la más innovadora”?
-Lo más innovador es tratar de hacer la vacuna oral. Nuestro laboratorio ha desarrollado compuestos que mejoran esta modalidad de aplicación; ya lo hemos probado con otras fórmulas virales y bacterianas y nos ha funcionado muy bien. En un contexto de pandemia como el que atravesamos esta opción sería la más adecuada porque no se necesitarían profesionales de la salud ni personal adiestrado para suministrar las dosis. El obstáculo que se nos presenta es el que siempre aparece cuando se intenta algo nuevo: se necesita más tiempo para explorar absolutamente todos los pasos que de otra manera se realizan con mayor velocidad. Hoy en día estamos produciendo las proteínas recombinantes y en seis meses esperamos contar con los primeros resultados que nos permitan decidir qué fórmula es la mejor. Una vez que lo consigamos necesitaremos tres meses más para repetir todos los experimentos y ajustar detalles.
Fuente: Pagina12
Jueves, 4 de junio de 2020
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