|
|
Política El dólar aceleró el "service" de Cambiemos El límite del secretismo que encontró el anuncio del pedido al FMI es que no resultó suficiente.
El modelo "son mis ojos" dio sus últimos estertores el martes 8 de mayo al mediodía. El país adolescente ardía como en sus peores días. El dólar había despegado desde los $ 20,55 y le apuntaba a los $ 22. El Presidente se reunió con Marcos Peña, con los viceministros Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, más Nicolás Dujovne y Luis Caputo para confirmar el anuncio que habían diseñado durante toda la noche anterior. Una hora después, Mauricio Macri le decía a una Argentina atemorizada que se iba a enfrentar la crisis cambiaria con un préstamo del Fondo Monetario Internacional. Entre los 43 millones de ciudadanos que se enteraron de la novedad mirando la tele estaban la vicepresidenta, Gabriela Michetti, y el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo. También los dos gobernadores del PRO, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Y los gobernadores aliados de la UCR: el mendocino Alfredo Cornejo y el jujeño Gerardo Morales. Lo mismo les sucedió a los jefes negociadores de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó y Mario Negri. Y a Ernesto Sanz, el dirigente radical del que más dice haber aprendido Macri.
Ese secreto guardado entre seis personas mostró, tal vez como nunca antes, lo estrecho que se había vuelto el espacio de poder más íntimo que se reservaba el Presidente. Y el límite del secretismo que encontró el anuncio del pedido al FMI es que no resultó suficiente. La semana pasada terminó con críticas generalizadas desde todos los sectores. Una amenaza de paro de la CGT, el avance del proyecto para frenar las tarifas del peronismo y el vértigo de la imagen presidencial en caída libre en todas las encuestas. El dólar cerró a 24 pesos y el fin de semana transcurrió en medio de rezos y preparativos para que el supermartes de las Lebacs no confirmara los pronósticos pesimistas de la mayoría de los analistas económicos.
Tanta era la presión negativa el lunes que los diez minutos de diálogo que Macri tuvo con Donald Trump tuvieron mucho menos efecto que la difusión del video con las definiciones demoledoras de Carlos Melconian en una exposición privada frente a ejecutivos del sector agropecuario en Mar del Plata. “Boludeaste dos años con el déficit y ahora recogés inflación”, batía récords de audiencia en cada una de las plataformas webs. La frase recorrió todos los circuitos del Círculo Rojo y la humanidad del economista que iba a los cumpleaños de Macri estuvo presente en el diálogo entre el Presidente y los empresarios de IDEA, ayer en la Casa Rosada. Veinticuatro horas antes también lo había criticado el ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, ante las cámaras de CNN. Eran horas de incertidumbre en las que el fuego amigo golpeaba más duro que el fuego del enemigo. Fue entonces cuando Macri puso en marcha las dos decisiones que lograron frenar la sensación fatalista de los últimos días.
La primera de ellas está exhaustivamente explicada en las primeras páginas de este diario. El muro financiero de los uS$ 5.000 millones para enfrentar la renovación de las Lebacs resultó exitoso. Y el Banco Central mantuvo al dólar del supermartes debajo de la frontera psicológica de los 25 pesos. La otra fue una decisión política. Macri y Peña multiplicaron los gestos para cambiar la imagen de aislamiento presidencial (o el “solipsismo” del Jefe de Estado como le gusta decir al fino politólogo Andrés Malamud) por una imagen de apertura y de regreso al diálogo. El primer regreso fue el de Emilio Monzó, el presidente de la Cámara de Diputados que negocia las leyes con el peronismo cuya salida fue anunciada con un inncesario año y medio de anticipación. Y el siguiente fue el de Sanz, quien estaba alejado no sólo del Gobierno sino también de sus amigos radicales.
No fueron los únicos gestos de primavera política. Las flores del nuevo clima brotaban en el oficialismo a medida que el dólar asustaba con cada salto y profundizaba el vértigo de la crisis. El lunes, Pinedo hizo una convocatoria de 61 senadores de todos los sectores políticos y llevó a 20 de ellos hasta la Casa Rosada para que le expresaran al Presidente su buena voluntad de que las refriegas de estas horas no tenían ni por asomo que ver con la disgregación del 2001. Peña se mantuvo todo el fin de semana en contacto con Monzó, con Negri y con Rogelio Frigerio, el ministro del Interior, para asegurarse que las vísperas del supermartes no iban a ser puestas en riesgo por ningún cortocircuito político. Algunos funcionarios habían transmitido la preocupación que incluían algunos informes de analistas internacionales sobre la ausencia de diálogo en el máximo nivel de la coalición gobernante.
Por eso se multiplicaron los esfuerzos de los principales dirigentes para exhibir armonía en medio de la tormenta. Anoche sorprendió Elisa Carrió entrevistando (y elogiando) a María Eugenia Vidal en el Instituto Hanna Arendt. Cambiemos no había pasado a ser por arte de magia una coalición ordenada, como plantea Rosendo Fraga, pero en los últimos movimientos se perciben atisbos públicos de unidad. Algo parecido al “service” que venían reclamando los radicales y los lilitos, apartados de la primera línea cuando reinaba el exitismo veraniego después de las elecciones legislativas del año pasado.
“El susto nos vino muy bien; estábamos obnubilados por el éxito”, reconoce una de las dirigentes más preocupadas por el tobogán de las últimas tres semanas. “Nos conformamos con volver a decir lo que pensamos sin que te castiguen”, explica un funcionario PRO de la primera hora que estaba alarmado por la falta de contención y por la desconexión interna que se evidenció en el oficialismo con la discusión por la suba de las tarifas.
Claro que si algo faltaba para marcar el cambio de aire político en el Gobierno era la convocatoria a un acuerdo nacional que hizo Peña. Algunos incautos creyeron que se trataba de sacar del freezer el siempre declamado y nunca consumado Pacto de la Moncloa argentino pero el jefe de gabinete disuadió rápido a quienes creyeron que Macri podía cambiar su histórico rechazo a una foto con políticos, empresarios y sindicalistas para mostrar una falsa imagen de unidad en medio de otro de los terremotos económicos a los que se acostumbró la Argentina.
El planteo de fondo pasa por acordar con los gobernadores y el Congreso el objetivo común de bajar el indomable déficit fiscal, quizás la deuda más urgente que tienen ahora los gobernantes a la luz del acuerdo con el FMI que avanza hacia su firma para dentro de tres o cuatro semanas.
Con Moncloa o sin Moncloa, lo cierto es que el Gobierno, la oposición, los empresarios y los sindicalistas le deben al país inviable una respuesta institucional mucho más racional, más sensata y más responsable que las amenazas cruzadas con las que han acompañado la suba del dólar y la derrota coyuntural ante la inflación y la pobreza. En cinco meses, los presidentes de los 20 países más poderosos del planeta estarán en Buenos Aires para observar si la Argentina ha logrado escapar de la pesadilla nacional del 2001. O si se decide a avanzar hacia la utopía de un país que al menos pueda hacerse cargo de sus propias miserias.
Fuente: Clarín
Miércoles, 16 de mayo de 2018
|
|
... |
|
Volver |
|
|
|
|
|