Política Los vecinos de Tortugas le quieren negar el ingreso al country al juez que dejó libre a Cristóbal López Doscientos vecinos del Tortugas Country Club firmaron una carta para evitar que se designe al Jorge Ballestero como socio. El camarista es inquilino.
Al camarista Jorge "Pati" Ballestero no le llega la paz ni siquiera en uno de los clubes de campo más exclusivos de la Argentina. El 30 de marzo pasado, Clarín reveló que este magistrado federal había alquilado una vistosa residencia de dos plantas, galerías, jardín y pileta, ubicada frente a uno de los laterales de la cancha de polo en el barrio cerrado más antiguo del país, el “aristocrático” Tortugas Country Club. Ballestero pagó dos años de alquiler por adelantado para poder residir en esa propiedad. Según fuentes del country Tortugas, según vecinos y según amigos que lo conocen desde hace décadas, tal operación inmobiliaria le habría costado al juez 120 mil dólares.
Bien conocido para buena parte de la opinión pública informada, famoso aunque no célebre, el nuevo inquilino del country atrajo pronto la atención de todo el Tortugas: un pueblo chico, al fin y al cabo. En casa propia o alquilada, viven allí todo el año, o al menos los fines de semana, empresarios exitosos en múltiples mercados, banqueros y financistas, políticos y lobbistas, y aun magistrados y funcionarios del Poder Judicial.
Algunos de estos residentes, y sus familias, formaron sus fortunas a lo largo de una historia de trabajo empresarial casi tan centenaria como el propio Tortuguitas.
Otros, no.
El escándalo que desató el voto sobre el caso “Cristóbal López” en la Cámara Federal sumió a "Pati" Ballestero en una crisis. Junto a su colega en la Cámara Federal, Eduardo Farah, los dos formaron mayoría en los tres votos del tribunal de alzada en en el proceso que se sigue a los empresarios K Cristóbal López y Fabián De Sousa, a quienes beneficiaron con la excarcelación y, más todavía, con el cambio de carátula (y notable atenuación de la pena): de deliberado fraude contra el Estado, tramado desde el Estado mismo, los hechos en que participaron López y su socio se vieron reducidos a banal aunque multimillonaria evasión impositiva. Ballestero anunció una novedad al diario La Nación. Aseguró que planeaba jubilarse.
“No descarto la posibilidad de irme. Mi médico me dijo que no puedo vivir en conflicto permanente”, reveló.
El conflicto inmediato podría arrinconarlo ahora desde el propio lugar que alquiló y donde buscaba descansar. Clarín pudo saber, de acuerdo a testimonios e incluso a documentación al respecto, que más de doscientos socios del Tortugas Country Club, donde el silencio y la discreción suelen ser los criterios que más pesan, aun con vecinos de pasado sospechoso, le pidieron a las autoridades del club que denieguen a Ballestero su ingreso como socio adherente del country. Lo hicieron por escrito y firmando ese reclamo con sus nombres y apellidos.
La contracara de la moral Entre sus argumentos, los firmantes sostuvieron que la figura de Ballestero es la contracara de la “ética”, la “moral” y el “espíritu” que declaradamente rige la vida pública en ese barrio cerrado, ubicado en la localidad bonaerense de Pilar.
Los dos centenares de socios del Tortugas que firmaron los papeles en repudio a la asociación de Ballestero con su vecindario, también le manifestaron a los administradores del country su rechazo a que Ballestero use las instalaciones del club. A “Pati” le gusta jugar al golf, por ejemplo.
Dicho de otro modo, la llegada de Ballestero a Tortugas generó de inmediato una masa crítica de socios que prefieren no tenerlo cerca. Aunque algunos de los firmantes sean personas que fueron procesadas en causas judiciales que el camarista impulsó. Al menos, uno de ellos se vio desfavorecido judicialmente por el vecino al que ahora quiere perjudicar. Calesitas de la vida.
Clarín pudo reconstruir, en base a fuentes del club, que los socios “anti” Ballestero aludieron explícitamente en su carta de repudio al voto de “Pati” en favor de López y De Sousa, y al estrépito social y político que esta decisión de la segunda instancia federal provocó en los medios y en la opinión pública.
La causa Ambos empresarios habían sido procesados en primera instancia por el delito de administración fraudulenta en el juzgado del juez Julián Ercolini y el fiscal Gerardo Policita. Los investigadores judiciales de la instrucción dicen contar con pruebas sobre cómo el holding de Cristóbal creció gracias a una estafa al Estado con complicidades desde el Estado mismo: mientras acumularon 8 mil millones de pesos (crecidos hoy a 17 mil) que retenían de impuestos que en cada carga de combustible se les cobraba a sus clientes de la petrolera Oil, evitaban transferirlos al fisco pero seguían financiado su crecimiento como holding, comprando empresas de rubros diversos.
Los Kirchner, sus amigos, les cobraron millones de pesos. Pero no para el Tesoro Nacional. Iban a parar a los negocios privados de la familia K: Cristóbal y Fabián, así los llaman los K, les pagaron cifras de muchos ceros por la locación de propiedades. Y, a su vez, los K beneficiaron a Cristóbal y Fabián con contratos de obra pública, y generosas y prolongadas licencias en la explotación de juegos de azar, medios audiovisuales y rutas, entre otros mercados regulados por el Estado.
Tras votar en favor de Cristóbal López y De Sousa, Ballestero fue denunciado por la Elisa Carrió ante el Consejo de la Magistratura.
Lo acusó, junto a Farah, de haber decidido la excarcelación de los empresarios K debido al pago de sobornos.
El organismo que controla a los jueces decidió abrir una investigación sobre el patrimonio de Ballestero.
El camarista analiza ahora renunciar a su cargo , pero tampoco quiere dejar lo en medio de sospechas.
Su historia como camarista, y su patrimonio creciente y ostentoso, no lo ayudan mucho a encontrar una vía para abandonar los tribunales de un modo discreto.
El Gobierno, a través del ministro de Justicia, Germán Garavano, respondió que se le aceptaría la renuncia si es que el magistrado finalmente la presenta.
La Casa Rosada no oculta su intención de renovar el fuero penal en todas sus instancias.
Los problemas de adaptación que el eventual renunciante a la Cámara Federal enfrenta en Tortugas son una muestra de cómo están viviendo él y su familia la reacción “popular” tras el voto en favor de Cristóbal, más allá de si sus argumentos jurídicos en la sentencia de favorable a su excarcelación y cambio de carátula delictual son sólidos o no, algo recurrente en este país. La excarcelación de dos empresarios multimillonarios que retuvieron impuestos del Estado llegando a acumular una cifra actualizada al día de hoy de más de 17 millones de pesos, sembró en parte de los ciudadanos politizado o informados la sensación de impunidad.
Clarín pudo saber que Ballestero está al tanto del rechazo “institucional” de sus vecinos del Tortugas.
Es probable que las autoridades del country no hagan lugar al reclamo de los firmantes indignado s ante el nuevo inquilino.
A eso se suma que el camarista, en verdad, nunca pidió nunca ser socio adherente del club.
Y por ahora no usa las instalaciones comunes para todos en el Tortugas. Si lo hará, será por invitación de otro socio.
Ballestero ya había vivido días de sobresalto en otro country, también debido a uno sus fallos.
Así fue que decidió entonces vender su casa en el barrio cerrado Mayling, ubicado como Tortugas en Pilar, después de verse “escrachado” de forma hostil, agresiva, y repudiable, por socios de ese club , una noche en la que cenaba junto a su familia en el restaurante al que tienen acceso los socios de ese otro barrio cerrado .
Según la declaración jurada de Ballestero, después de aquel episodio vendió la propiedad de la que era dueño en Mayling, de buenas dimensiones (en metros cubiertos y terreno total), bien ubicada y cotizada. Le habrían pagado, dice, medio millón de dólares.
En Capital Federal, Ballestero vive en un edifico de categoría ubicado en la esquina de Libertador y Tagle. Barrio Parque. El lugar más chic de la ciudad. El diputado socialista Alfredo Bravo, ya fallecido, y socio político de Carrió, había denunciado a Ballestero por posible enriquecimiento ilícito tras conocerse que vivía en ese lugar emblemático de Buenos Aires. Fue en el año 1996.
Después del mal momento que vivió en Mayling, Ballestero se mudó a otro country.
Esta vez, fue a vivir a uno de los barrios más caros de ese megaemprendimiento que es Nordelta, en Tigre.
Allí lo acecharon otros problemas. Esta vez, vinculados a la fauna del lugar. No a las reacciones humanas respecto a su trabajo.
Ballestero dejó trascender que dejó Nordelta después de que un carpincho salió de los fondos del agua que bordeaba el jardín de su casa -como las anteriores y como la futura, muy amplia- , y mordió por sorpresa, hiriéndolo casi hasta darle muerte, a uno de sus perros domésticos.
Ese ataque artero y certero, inmanejable como toda reacción de un mamífero que se mueve por instintos y no por la razón, generó zozobra en su familia.
Fue por eso que el camarista alquiló la casa de dos plantas, de sobrio color ocre, en Tortugas Country Club.
Al menos doscientos socios no lo quieren entre ellos.
Ballestero no fue repudiado con modos violentos, gritos y toreadas personales y en público, como le pasó en Mayling.
Y como todo ciudadano, es inocente de cualquier delito hasta que se demuestre lo contrario.
Su apellido encierra un simbolismo notable nacido de la etimología, la historia y su vida como juez.
“Ballestero” era el nombre con el que se identificaba, varios siglos atrás, a los guardianes que con sus ballestas custodiaban los accesos a los tribunales. Las Cortes. O palacios.
Fuente: Clarín
Sábado, 14 de abril de 2018
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