Sociedad Aborto: Menem y el hijo que nunca pudo nacer (*) Vidal Mario
Este domingo se celebrará en todo el país el “Día del Niño por Nacer”, instituido por Menem hace 20 años.
Dicha celebración tiene relación con una singular historia que comenzó con la primera vez que Menem se entrevistó con Juan Pablo II, en diciembre de 1993.
“Por sus virtudes y sus valores individuales”, en esa oportunidad el Papa lo condecoró con el Gran Collar de la Orden de Piana, otorgado a muy pocos estadistas.
Cinco años después, por decreto del 7 de diciembre de 1998, Menen dispuso que cada 25 de marzo en todo el país se celebre el “Día del Niño por Nacer”.
Lo anunció ante unas 1.300 personas que lo vivaron cuando dijo que “la defensa de la vida desde la concepción debe ser considerada una política de Estado”.
Juan Pablo II le envió una carta felicitándolo muy especialmente por su “opción positiva en favor de la vida y del desarrollo de una cultura orientada en este sentido”.
Menem y Wojtila se vieron varias veces. La sexta y última vez fue el 22 de noviembre de 1999.
“Soy el presidente de la historia que más veces se vio con el Papa”, manifestó Menem con orgullo.
Cuatro meses después en Nueva York y en la propia sede de las Naciones Unidas el riojano recibió la distinción “Sendero de Paz”, firmada por Su Santidad.
El Papa le mandó a través del cardenal Angelo Sodano una cruz de plata trabajada a mano.
Aunque en Buenos Aires era detestado por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, por su clara postura antiabortista y de “permanente defensa de la vida” las puertas del Vaticano estaban siempre abiertas para el mandatario argentino.
Incluso fue invitado por el Papa y el cardenal Sodano a formar parte de un “foro de notables” constituido para divulgar la doctrina de la Iglesia por el mundo.
Su proyecto pospresidencial de convertirse en adalid internacional de las posturas “pro-vida” con la bendición de la Santa Sede marchaba viento en popa.
Se veía ya recorriendo el mundo como embajador especial del Vaticano y liderando grandes cruzadas antiabortistas cuando, en plena campaña electoral de 1999, su ex mujer Zulema Yoma destrozó de un solo zarpazo sus sueños.
“La Alianza es un aborto”
La campaña electoral de 1999 se desarrolló bajo el signo del uso y abuso de lo religioso y de temas caros a la preocupación de la Iglesia, especialmente el aborto.
Esteban Caselli, apodado El Obispo, embajador argentino en el Vaticano, advirtió: “Tengamos cuidado de a quien votamos. No olvidemos que los de la Alianza son abortistas y están a favor de muchas cosas que la Iglesia no quiere”.
El candidato justicialista a la Gobernación de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, dijo que los de la Alianza eran ateos, marxistas y anticristianos. Calificó de “asesinos de niños” a los que proponían dar un marco legal a los abortos clandestinos.
El 8 de octubre de 1999, la comisión ejecutiva del Episcopado argentino, en obvio apoyo al peronismo, exhortó a los fieles a votar por plataformas y candidatos “que protejan la inviolabilidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural y rechazar el crimen del aborto y la eutanasia”.
Graciela Fernández Meijide, rival de Ruckauf a la Gobernación bonaerense, fue acusada de anticristiana y de abrigar “proyectos permisivos” frente al aborto.
“La Alianza es un aborto”, aseguró a su vez el candidato presidencial peronista Eduardo Duhalde.
La diputada menemista por la provincia de Córdoba, Martha Alarcia, recorría las provincias por encargo de su jefe, encabezando cruzadas antiabortistas.
La entonces diputada peronista Patricia Bulrrich, hoy ministra de Macri, era fuertemente criticada por haber presentado un proyecto de legalización del aborto.
Pero cuando más alto flameaba la bandera electoral peronista del rechazo a la legalización del aborto apareció esa explosiva revelación de Zulema que derrumbó a Menem y provocó un mar de polémicas en toda la clase política nacional.
Un aborto clandestino
Zulema contó con lujo de detalles al diario Página 12 que en 1969, cuando aún vivía en La Rioja, se había hecho un aborto con el consentimiento de su marido.
Dijo que sucedió cuando su primer hijo Carlitos tenía cinco años y la pareja atravesaba por conflictos tan serios que hacían inviable la llegada de otro bebé.
Su propio esposo, dijo, la llevó hasta la casa de la mujer que le practicó el aborto.
Según confesiones que Zulema Yoma también le hizo a la periodista Olga Wornat, dicha mujer se llamaba Francisca Salguero, una supuesta bruja, espiritista y partera que había sido echada del hospital por sus abortos clandestinos.
Zulema, según sus propias confesiones, quedó tan conmocionada tras el aborto que decidió armar las valijas e irse lejos, a Siria, a la casa de sus padres.
“Carlos me llamaba suplicándome para que volviera. Volví, encargamos a Zulemita y tuve un poco de paz”, recordó.
Sin embargo, nada volvió a ser igual para el matrimonio. “Un aborto es una herida abierta que llevas toda la vida”, dijo ella.
Fue acusada de actuar por despecho, motivada por la relación de Menem con Cecilia Bolocco.
“Que digan lo que quieran estos hipócritas. Yo siempre defendí a mi familia mientras Menem, que dice defender a la familia, siempre estuvo ausente”, contraatacó Zulema.
La cuestión es que, por esas revelaciones de Zulema, la fuerza que Menem ponía detrás de la bandera contra el aborto quedó muy vulnerada y debilitada.
Hasta se dijo que la Iglesia planeaba sacarle las condecoraciones que le había dado.
Guillermo Marcó, vocero del cardenal Jorge Bergoglio, adelantó que eso no pasaría:
“Si el aborto hubiera sido un hecho actual revestiría características de escándalo, pero ocurrió cuando Menem no era presidente. Fue un acto privado del que ahora no podemos opinar”, señaló.
Menem nunca dijo nada, nunca reconoció ese pasado, y nunca se arrepintió.
Cuando Grondona le preguntó en su programa Hora Clave sobre aquel hecho, respondió: “Mejor lo dejamos ahí, Mariano, no quiero hablar de esa cuestión”.
(*)Periodista e Historiador
Martes, 20 de marzo de 2018
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