ECONOMIA Crisis en el transporte de larga distancia El principal medio de transporte de la Argentina está en un momento crítico por la caída de la demanda y la suba de los costos de explotación; además, las aerolíneas le pelean pasajeros En Argentina , el transporte de larga distancia, el dueño de la gran porción de pasajeros que viajan por el país está atrapado.
Acorralados por varios factores, los ómnibus de larga distancia se debaten entre una temporada que no termina de repuntar, un año que los dejó con muchos interrogantes y un futuro por el que nadie puede responder.
Los dueños de los colectivos, los gremios, los funcionarios, tanto los actuales como los que pasaron se reparten culpas dentro de ese mercado que ya no da para más.
Y como si fuera poco, se despertó el mercado aerocomercial, aletargado durante años y que sólo necesitaba que la discrecionalidad regulatoria cediera para que las líneas aéreas se peleen por operar en el país.
La Argentina no le hizo caso a Charly García. No va ni en tren ni en avión, va en ómnibus.
Y justamente ése es el medio de transporte que hoy prácticamente no tiene reglas de juego.
En principio, y desde hace años, no hay un marco regulatorio que modere los derechos y las obligaciones de los empresarios, del Estado, pero sobre todo, de los usuarios.
Una batería de normas sedimentadas, son los encargados de darle marco a un sector que durante 2015 transportó a 37,9 millones de pasajeros.
La crisis no es nueva y se ve en la mayoría de las cifras. En 2010, la Argentina tenía registradas en la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) 4764 unidades, mientras que en 2015 esa lista ya contaba con 619 menos, lo que significó una baja de 12,4%.
De 1,31 millones de viajes que se hicieron en 2010, se pasó en cinco años a 1,04 millones, lo que significó una merma de 21,4%. Desde 2011, el mejor año de los últimos seis, los pasajeros transportados cayeron de 50,51 millones a 37,95 millones, es decir, 28% .
Todavía no están los números de este año, pero todo indica que la caída de pasajeros del sistema está entre el 8 y el 10 por ciento.
En principio se inició el pago de una compensación cuando una determinada línea de colectivos compite directamente con un vuelo de las compañías aéreas. Ese monto, que se paga por kilómetro, se dispara cuando la tarifa del avión está en menos del doble que la que ofrece el ómnibus para un trayecto similar. Se trata, en alguna medida, de otro subsidio indirecto a Aerolíneas Argentinas. La lógica de los empresarios del transporte de larga distancia tiene sus fundamentos. Se podría resumir en una frase que dijo a la nacion uno de ellos. "En el aire hay dos millones de dólares por día de subsidios para Aerolíneas y por eso puede permitirse vender pasajes a precios muy bajos. Nosotros queremos lo nuestro. Si competimos, es en igualdad".
Ese subsidio, que se instaló en 2013, devengó sólo en agosto, último dato disponible, $ 30,9 millones. Hasta agosto, los colectivos de larga distancia recibieron 1117 millones de pesos.
Pero parte de este dinero ya se sabe que no volverá. Las mencionadas compensaciones por la competencia con el avión van a desaparecer el 1° de enero del próximo año.
"El presupuesto de 2017 ya no tiene asignado dinero por la competencia con el avión. Además, ya nos informaron que dejará de pagarse ese rubro", dice Gustavo Gaona, vocero de la Celadi, una de las principales cámaras del sector.
Sin ese dinero, las cuentas de las compañía de colectivos serán distintas. Y lo que sufrirá es la inversión en coches nuevos.
Un trabajo económico elaborado por la Celadi da cuenta de la realidad del momento. "La caída de todos sus indicadores indica la necesidad que tiene el sector de reestructurarse, en especial para mejorar sus niveles de ocupación y carga media que hoy están por debajo del 50 por ciento.
Salir a la ruta con un ómnibus con más de la mitad de las butacas vacías no hace otra cosa que disparar los costos de la actividad", dice el informe.
Las limitaciones de los entes de control impiden, por ejemplo, consolidar servicios o dejar de correr alguno si no tiene demanda. Los coches salen vacíos, pero salen.
Otro de los problemas que en el sector reconocen que existe tiene que ver con la rigidez del sistema que, en total, tiene un índice de ocupación de sus asientos del 47% . Los empresarios, hay que decirlo, siempre estuvieron cómodos en un esquema en el que el Estado ponía un mínimo y un máximo de tarifa autorizada para cobrar. Si los números no daban, venían los subsidios.
La ineficiencia y la falta de productividad e innovación se apoderó de gran parte de los ómnibus.
Fuente:La Nación
Domingo, 18 de diciembre de 2016
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